Sandro Rey no supo darme una respuesta convincente, tampoco encontré ningún estudio científico sobre el tema, ni si quiera en la RAE supieron contestarme con seguridad… así que pregunté a un granadino que tenía cerca. Más o menos, esto fue lo que me contó:
Un día como otros tantos, el Rey Alfonso XIII decidió hacer un viajecito a la provincia de Cádiz. Al parecer, era bastante aficionado a sus playas, a su arena, sus aguas y sobre todo a las gaditanas que no sentían reparo en lucir tipo por la orilla. Alfonso, el muy pillín, descubrió un truco para que no le pillasen mirando más de la cuenta: compró unas gafas de tres euros al negrito que se paseaba por las toallas. Así, podía mirar sin que se diesen cuenta.
El bueno de Alfonsito era un poco tímido. Le gustaba mirar pero no ser visto. De hecho, aunque llevaba puesto su bañador de corazones blancos, era incapaz de quedarse con el torso desnudo, siempre iba vestido por arriba con su uniforme y se negaba rotundamente a mojarlo en el agua del mar.
Asfixiado de calor, se le ocurrió tomarse una copa de vino de Jerez en uno de los chiringuitos que había por allí cerca.
El camarero, nervioso por la visita del Rey, se dio cuenta de que se estaba levantando aire y la copa de vino corría peligro de llenarse de arena. Ingenioso, se le ocurrió servir el vino con una lonchita de jamón encima.
El Rey, sintió curiosidad por el nuevo invento y preguntó por qué le había servido el vino de esa manera. El camarero respondió diciendo que había colocado el jamón encima a modo de tapa, para que no se llenase el vino de arena. Le gustó esa idea a Alfonso, y no tardó en pedir de nuevo un "vino con tapa".
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